Su muestra “Memoria de un lugar” se puede ver en el MAR. El artista visual investiga y plasma en su obra las modificaciones en el entorno, los problemas ambientales y cómo los hechos del pasado impactan en los problemas contemporáneos.
“Memoria de un lugar” es la muestra del artista Jerónimo Veroa que se expone en la sala 3 del Museo MAR, desde este mes. Partiendo desde los conceptos de paisaje y territorio, explora la costa bonaerense, rastreando las huellas de los hechos del pasado para señalar diversos problemas contemporáneos como la degradación del medio ambiente, el colonialismo, el poder. De esta forma, su obra investiga e interpela sobre las modificaciones que sufre ese entorno y propone una serie de acciones para intervenirlo y transformarlo. Curada por Cecilia Rabossi, a muestra puede ser visitada de martes a domingo, con acceso gratuito.
Veroa llegó al arte “a partir de algunos amigos que comenzaron a dibujar y pintar a fines de los 90”.
En aquel momento estudiaba Diseño Industrial en La Plata, “un poco de casualidad, porque no sabía bien de qué se trataba y elegí esa carrera porque me pareció más creativa que estudiar Ingeniería mecánica, viniendo de una formación secundaría técnica”.
En el 2001 “trabajaba y estudiaba, y la carrera ya no me entusiasmaba tanto como pintar, así fue como me trasladé a la ciudad de Buenos Aires en búsqueda de formarme como pintor, ver muestras y conocer artistas”. Se instaló “justo para vivenciar el estallido del 19 y 20 de diciembre”.
Después de años de idas y vueltas entre Necochea y CABA, en 2004 instaló su primer taller en la costa y ese año se dedicó enteramente a producir. “Hasta que me mudé definitivamente a la ciudad, un poco por tener trabajo continuo en el ámbito del arte, y otro porque conocí a mi actual compañera y los planes ya se hicieron de a dos” contó Veroa en una nota con LA CAPITAL en la que desmenuzó los conceptos que sustentan su trabajo artístico.
-¿Qué rol juegan el paisaje, los recursos naturales y la realidad como factor condicionante de tu obra?
-El paisaje, sobre todo el de la playa de Quequén y de Necochea, es algo que atravesó todos los períodos de mi carrera, hasta que actualmente puedo decir que es el tema central o el más explorado en mis trabajos, pero no el único tampoco. El paisaje y el territorio es el escenario en el que pienso el mundo, desde su origen hasta lo histórico, pasando por cuestiones más materialistas o poéticas, afectivas o políticas. Me interesa pensar los interrogantes que me surgen con un anclaje en lo real, esa cosa difusa y difícil de comprender en su totalidad, y al mismo tiempo pensar cómo eso que llamamos lo Real es una construcción dada por lo epistemológico, por lo situado, y que nos condiciona para mirar y comprender eso mismo que tenemos delante: como el paisaje. El uso de los recursos naturales funcionan en mi trabajo como evidencia y cuestionamiento de un sistema que se piensa y se ha adoptado como único posible en el mundo actual (ignorando otras cosmogonías, ideologías y tecnologías, que hoy urgen ser revisitadas para pensar nuevamente la relación entre lo humano y no humano por ejemplo), que incluye la idea del Hombre como dueño de la tierra y no como un ocupante más, una idea heredada e instaurada desde las colonias en estas tierras y cuyo derrotero nos han llevado a la actual situación global de un colapso inminente.
Una de las obras de Veroa.
-En tal sentido, ¿te lo apropiás porque forma parte de tu historia de vida y salís a intervenirlo como modo de denuncia?
-Si me apropio del paisaje es en el orden de lo afectivo, tal vez sería bueno decir que lo comparto o lo señalo. Las intervenciones son una manera de comunicar, más que una denuncia serían un enunciado, pero que se amplía e incluso se vuelve reiterativo, casi de manera tautológica.
-Para ello lo ponés de manifiesto en una multiplicidad de formas y soportes, ¿por qué?
-Así como la búsqueda (de respuestas, de emociones, de más interrogantes) está en el proceso y en la propia práctica, los proyectos con los que trabajo pueden tener formas e incluso materialidades diversas. Muchas obras tratan sobre lo mismo, sea pintura, audiovisual o una página web, la cuestión pasa por encontrar, o al menos ensayar, la manera que mejor se adapte a un concepto, a una idea, a palabras ajenas (muchas veces más interesantes o precisas que la intuición propia) o simplemente al capricho, y esa materialización no quiere decir que sea definitiva tampoco. El arte como campo de conocimiento se contamina y se vincula con otros campos del saber, como la educación, la ciencia, o con la política, visibilizando luchas como los feminismos o la represión de los gobiernos de facto en otro momento por ejemplo, y para esto se piensan distintas estrategias y modos de acción. En el arte contemporáneo encontramos las formas tradicionales de las bellas artes con prácticas experimentales, lo analógico y lo digital conviven, entre muchas otras posibilidades de sincretismo estético.